Tocó el segundo
ángel su trompeta, y
fue arrojado al mar algo que parecía una enorme montaña envuelta
en
llamas (Ap.8,8).
Lo que anuncia este ángel es arrojado al
mar. El mar, el agua del mar, simboliza lo transparente, lo
limpio. Los que viven en el mar son los creyentes; se mueven en
un medio propicio, el agua, que es una forma de vida diferente.
La primera
trompeta que caía sobre la tierra, avisaba a los que están en el
mundo. Esta trompeta avisa a los que viven en un medio de vida
más cerca de Dios; son los creyentes, los seguidores de Cristo,
los que viven una vida como la que Jesús dice de sus discípulos:
“No son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los
retires del mundo sino que los guardes del maligno”
(Mt.17,14-15).
Aquí se habla de los seguidores de
Cristo, los que han visto que en Cristo está la salvación. Son
sus ovejas, pero no están exentas de las tribulaciones como les
dice Jesús directamente:” Yo al elegiros os he sacado del mundo,
por eso el mundo os odia” (Jn.15,19).
No los retira del mundo, sino que los
saca de él.
Sus corazones no están en las cosas del
mundo, pero tienen que convivir con el mundo. Tienen que luchar,
tienen que vencer en medio de las tribulaciones. Y nos recuerda
que incluso de aquellos doce que Él eligió, uno se perdió:
“Ninguno se ha perdido salvo el hijo de perdición” (Jn.17,12).
Lo mismo es
lo que se dice aquí de los seguidores de Cristo. De los que
conocen a Cristo, no todos se salvan porque no viven lo que
conocen, o no son fieles a Dios hasta el final. Esta forma de
vida diferente de los que son sus discípulos, está simbolizada
aquí en el mar,
que contiene el agua, que además es salada. “Vosotros sois la
sal de la tierra” (Mt.5,13). Somos portadores del mensaje del
Señor para salar la tierra (la primera trompeta) con su Verdad y
su Amor. Conforme la tierra
sola simboliza la vida estéril, el
mar
simboliza la otra parte: el estado en que la Vida en Dios es en
nosotros.